Virginia
Lago se pone al hombro su papel de una mujer al borde de un ataque de
nervios en "La mujer del domingo", de Ted Willis, que acaba de subir a
escena en el teatro porteño Apolo.
La acompañan Claudio García Satur como su marido infiel, Laura Novoa como la tercera en discordia, Felipe Colombo como su hijo de adolescencia tardía y Laura Bove, una vecina que es clave en la trama, muy propia del teatro europeo de la segunda posguerra.
Ted Willis (1918-1992) fue un autor británico muy prolífico que también escribió para cine y TV, y nunca se caracterizó por infundir algún tipo de rebeldía o disidencia a sus trabajos, algo así como un Noel Coward menor.
Comedia moralista, muestra a una ama de casa que cree vivir en el mejor de los mundos con su esposo desde más de 30 años, cuando de buenas a primeras el hombre le pide el divorcio a instancias de su bella y joven secretaria, esa mujer a la que visita los domingos.
Los memoriosos resaltan que la obra fue un exito que atravesó varias temporadas a mediados del siglo pasado, de la mano de Rosa Rosen en el teatro Lassalle, la misma actriz que intentó repetir la hazaña en 1982.
Dirigida por Daniel Suárez Marzal, la pieza corre a través de diálogos cotidianos y la cuña que establece una escena en casa de la amante -la única que no se desarrolla en el comedor familiar- y su mayor efectividad se apoya en la actuación de Lago, que repite un perfil que arrastra desde "Por el placer de volver a verla".
Su esposa, aniñada y solícita es, sin embargo, una criatura que podría resultar simpática a generaciones pasadas, con una idiosincracia similar a la de los personajes, pero su sometimiento a toda prueba a los deseos del marido y el hijo no lucen muy actuales.
El trabajo de Lago es a todas luces extenuante porque está prácticamente en escena durante toda la obra y porque a pesar de sus tics -rostro de falsa alegría, taconeos cortos y sonoros- subraya la evolución de su personaje desde la inconsciencia inicial al sufrido crecimiento interior ante lo inesperado.
García Satur no está a la altura de otros trabajos de su madurez -cuando es mejor actor que en su juventud-, como el de "El conventillo de la Paloma", porque su personaje es un verdadero hueso duro de roer más allá de la prestancia física que le puede prestar.
Tal vez el director Suárez Marzal hubiese podido "ensuciar" el personaje de algún modo, humanizarlo, en lugar de hacerlo jugar al galán de 60 años, permanentemente trajeado, tieso, con una culpa visible desde la platea, pero sin evolución.
Otro tanto sucede con la secretaria de Novoa, bonita, esbelta y muy "vintage", amante demasiado fría para la visión actual, con la que García Satur establece sólo un vínculo verbal en la escena del departamento, porque al autor no se le hubiera ocurrido algún otro fuego.
A estas alturas, Felipe Colombo ya limó los giros mexicanos que usó en "El graduado", junto a Nacha Guevara, y atiende con sensibilidad el rol del hijo, tan preocupado por la (in)felicidad de sus padres que su propia vida pasa a un segundo plano.
La que sí se luce en sus breves apariciones es Laura Bove, como esa vecina un tanto alocada que es un verdadero cable a tierra para el personaje de Lago, y que, a más de cuatro décadas de "Nuestra galleguita" se gana algún aplauso a telón abierto.
"La mujer del domingo" se ofrece en el teatro Apolo, Corrientes 1372, de miércoles a viernes a las 21, sábados a las 20 y a las 22.15 y domingos a las 20.