¿Cómo están después del final de Caín & Abel?
Bernarda Llorente: –Muy bien. Peleamos la continuidad mientras se pudo. Pensábamos que podía repuntar una vez que terminara Tinelli. Se tomaron decisiones que nos exceden y sólo nos queda el análisis del producto: quedamos muy satisfechos. Tuvimos el reconocimiento del Inadi (N. de R.: la novela fue declarada de interés público por tratar la violencia de género). Ayudó a concientizar sobre un tema que estaba bastante rezagado en la agenda pública. El corte abrupto nos tomó por sorpresa y frustró. Ahora, ya está.
–¿Hay reclamos en marcha?
Claudio Villarruel: –Los diez años que fuimos directores artísticos sostuvimos a full las ficciones porque dan trabajo a mucha gente. Lo hicimos con creaciones nuestras, como Resistiré, Montecristo y Vidas robadas, y con Botineras, de Sebastián Ortega. Cuando arrancamos, en octubre de 2009, tuvo un rating muy alto, pero al mes y medio hacía unos diez puntos. Un día nos llamó Sebastián, desesperado. Lo convocamos a Guillermo Salmerón, que estaba escribiendo Caín... con nosotros, le pedimos que lo ayudara, la bancamos a muerte y terminó siendo una gran novela.
–¿Por qué dijeron que el levantamiento no fue consensuado?
C.V.: –Unos días antes, le habíamos renovado contrato a todo el elenco hasta el 31 de enero de 2011 por orden de Marisa Badía (directora artística): parecía que seguía el espíritu de bancar a las ficciones. Estábamos contratando a Juan Palomino, que sería el gran amor de Mara Bestelli. La jueza iba a ser protagonista durante diciembre y enero: duró un capítulo. Lo loco es que dos días después, otra persona (Luis Velo, CEO de Telefé) te manda una carta documento diciendo que se levanta el programa. Esperamos unos días para contarles a los actores porque creíamos que alguien iba a recapacitar. Pero no: se enteraron por el Twitter de un directivo. La decepción fue muy grande. Esperemos que el canal sea solidario en el pago de los contratos.
–¿El final, donde todos los protagonistas murieron, fue una suerte de revancha?
C.V.: –No. Estaba previsto: esa era la originalidad de la novela. Lo pensamos hace ocho meses. Leímos el Antiguo Testamento desde la visión de los filósofos contemporáneos. Pero no pudimos construir el arco dramático para que tuviera el impacto que debería haber tenido.
B.L.: –Era un guión realista donde triunfan los malos, pero tenían que pagar por sus culpas. Dos fueron a la justicia: los personajes de Luis Brandoni y Federico D’Elía. Llamó la atención porque esas muertes iban a suceder a lo largo de varios capítulos, no en uno solo.
*La nota completa, en la edición impresa de Veintitrés
fuente: www.elargentino.com.ar
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